Pincho de tortilla solitario en su urna |
No sé cómo referirme a esta tortilla en cuestión: es una tortilla democrática, o hace tiempo que perdió la fe y pasó a convertirse en simple indignada, rabiada y dolida con un mundo que cada vez comprende menos y siente más extraño y ajeno. Por momentos, mientras la probaba se me antojaba tortilla no sólo indignada, más bien profundamente encolerizada. Pero luego, su sabor delicado y amable trataba de afirmar un pequeño hálito de esperanza en el juego democrático y en todas las bondades que conlleva. Es la tortilla de Casa Manolo, afamado lugar del céntrico Madrid conocido por sus parroquianos y por sus cualidades gastronómicas que, sin duda, también tendrá. Allí, con un cortado de verdad, de café oscuro apenas manchado por una gota infame de leche, decidí probar las bondades capitalinas regalándome un pincho tortillero madrileño.