Un almuerzo típico valenciano. Fotografía: TT |
Abandono
Valencia.
Determinadas noticias e informaciones me han llegado los últimos días
que han hecho que decida levantar campamento durante un buen periodo. El
suficiente como para poder cambiar de aires e investigar nuevas tortillas. Me
han hablado de un ejemplar bueno, buenísimo, que campea a sus anchas por
tierras leonesas. Voy a darle caza. No importa que sea Navidad. En cuestiones
tortillológicas no existen fechas ni fiestas, no hay descanso que valga. Hay que
mantener alerta la guardia porque nunca, repito nunca, se sabe dónde va a
saltar la liebre, en este caso, la tortilla de patatas. Por eso, he decidido
escribir este post mientras me encuentro en el tren camino de Madrid, primera
parada obligatoria. Y es precisamente en el vagón restaurante, a casi 300
kilómetros por hora, cuando reflexiono y medito. Por mi cabeza pasan tortillas
y tortillas, algunas buenas y otras peores. Siento cierta nostalgia de
Valencia. Ahora, sólo puedo pensar en una tortilla, por más señas valenciana:
la del bar El Rogle.